Esencia de la tarea
Esta tarea pide que preparemos una versión «comunicativa» de la idea principal del pasaje. Una expresión memorable que, a la luz de nuestro análisis del significado del pasaje, recoja fielmente la esencia de la idea exegética.
Descripción detallada
Al finalizar el trabajo el «miércoles» concluimos con la idea exegética. Este era un resumen completo de lo que descubrimos que nuestro texto decía a su audiencia original. Ahora, habiendo ya indagado en el significado contemporáneo de ese mensaje, podemos preparar una idea homilética que procure transmitir ese mensaje original a nuestros oyentes.
Pero a lo mejor uno se pregunta: «¿Qué relación guarda la idea homilética con los resúmenes que acabamos de redactar en la tarea anterior para cada punto importante del pasaje?» Quizás la imagen de un viaje en tren lo ponga en perspectiva.
Normalmente, un viaje en tren tiene varias paradas y un destino final. Según el recorrido, puede tener más o menos paradas. Estas pueden tener más o menos kilómetros entre una y otra. Pero todo viaje tiene un destino final.
En nuestro sermón, los puntos principales son las paradas. Según el texto sobre el que estemos predicando, puede haber más o menos puntos principales y estos pueden incorporar más o menos versículos. Los resúmenes de interpretación aplicada son los «nombres» que hemos identificado para esos puntos principales.
Ahora toca aclarar la naturaleza y nombre del destino final. Ese destino, como un viaje en tren, es lo que marca la trayectoria de toda la predicación. No es un destino independiente de los puntos principales que hemos ido atravesando, pero no se puede identificar enteramente con ninguno de esos puntos. Es algo que resume el mensaje entero del pasaje.
Para hacer
Aunque no es imprescindible, si te ayuda, puedes pensar en esta tarea en tres pasos.
- Paso uno. A la luz de lo investigado y concluido en las tareas 2, 3 y 4, «traduce» a su aplicabilidad contemporánea, frase por frase lo que era tu idea exegética. (Recuerda que la idea exegética era una que pretendía recoger todo lo importante del pasaje, así que en este paso lo haría también, sólo que «contemporizado».)
- Paso dos. Procura reducir esa idea exegética contemporizada a una idea homilética más dinámica, quizás escueta, que tenga tanto sujeto como complemento.
- Paso tres. Con la idea homilética firmemente en mente, prueba a redactar una expresión memorable de esa idea homilética. Esta será la versión “definitiva” que usarás en el sermón. Una versión que recoja la idea principal del pasaje de una manera asequible para que la gente pueda llevársela consigo a casa.
En cuanto a las características de una buena idea homilética, al igual que hicimos con la idea exegética, volvemos al trabajo de Haddon Robinson. Él resalta varios aspectos a tener en cuenta. Citaremos algunos. (Para una lectura más extensa sobre este asunto, junto con varios ejemplos útiles, ver La predicación bíblica, especialmente las pp. 98-100).
- «Ahora debe afirmar la idea central, de modo que se relacione tanto con la Biblia como con su auditorio. Los publicistas saben que las ideas rara vez se toman completas, más bien se resumen a lemas» (97).
- «El lenguaje usado en la idea homilética debe ser atractivo y convincente, sin ser sensacionalista. ¿Es una idea ingeniosa? ¿Capta la atención del oyente? ¿Es fácil de recordar? ¿Vale la pena recordarla? ¿Llega con eficacia a los hombres y mujeres modernos el lenguaje usado?» (100).
Luego comenta que no todas las ideas homiléticas tienen por qué seguir el mismo patrón. Por ejemplo:
- «Cuando una idea [exegética] es un principio universal aplicable a cualquier persona o época, la expresión de la idea homilética puede ser idéntica a la exegética» (98).
- «Otras ideas exegéticas se convierten en homiléticas haciéndolas precisas y personales» (98).
- «A veces la idea homilética será más moderna y menos ligada a los términos del texto» (99).
Y para que la diferencia entre una idea exegética y una idea homilética sea lo más clara posible, agrego uno de los ejemplos más ilustrativos que Robinson incluye. Se encuentra en la página 99.
- Texto bíblico: 1 Timoteo 4:12-16
- Idea exegética: «Pablo exhortaba a Timoteo a ganarse el respeto a su juventud siendo ejemplo en sus acciones y sus motivaciones, y siendo diligente en el ministerio público de las Escrituras.»
- Idea homilética: «Los hombres jóvenes se ganan el respeto al dar atención a la vida personal y a la enseñanza.»
- Expresión memorable: (mía, no de Robinson) «Vida y ministerio intachable. Respeto inmejorable.»
Con frecuencia en un sermón acabo usando cada una de estas tres expresiones en diferentes momentos. Quizás la idea exegética en un momento que formalmente estoy resumiendo la enseñanza, luego la expresión más escueta, atemporal (la idea homilética), para recalcar esa idea de manera diferente, o posiblemente un par de veces. La expresión memorable, en cambio, puede aparecer en algunos de mis sermones como una especie de refrán en momentos clave, o varias veces en una conclusión que viene ganando velocidad hasta un cierre contundente.
Una vez que estés satisfecho con la redacción de tu idea homilética, júntala con la idea exegética que tienes y pon ambas en un sitio visible para lo que queda de tu preparación del sermón. Esto puede ser en un lugar aparte, pero con frecuencia también las incluyo justo debajo del título del sermón que comienzo a elaborar en MS-Word. De esta manera siempre tengo delante el rumbo del sermón.
A tener en cuenta
A lo mejor uno llega de manera intuitiva directamente al resultado final, sin tener que dar varios pasos. Sin darle más vueltas te ves capaz de pasar directamente de la idea exegética con que finalizaste tu trabajo el miércoles a una expresión memorable de la idea homilética.
Sin embargo, debido a la enorme importancia que tiene actualizar la idea exegética (descubierta a lo largo de varios días de estudio) a una idea homilética memorable, dar varios pasos conscientes puede resultar muy bueno para salvaguardar nuestra fidelidad al mensaje original.
En realidad en este proceso estamos haciendo dos tareas de manera simultánea.
- Estamos interpretando el significado del pasaje (en su conjunto) para nuestra audiencia contemporánea.
- Estamos versionando esa interpretación para un evento comunicativo.
La posibilidad de dar un mal paso en este proceso es muy grande – aun cuando nuestra intención firme sea mantener la máxima fidelidad al pasaje. De ahí que tomar un tiempo prudente puede ser muy bueno. Además, llegar a tener una costumbre personal de pasar por unos pasos definidos nos puede brindar una seguridad tranquilizadora, porque sabemos exactamente cómo pasamos de la idea exegética a la idea homilética para llegar a su expresión memorable. Quizás no lleguemos a ser de los más rápidos en preparar sermones, pero sí de los más fieles.
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Por si ayuda a rematar la importancia de lo que pretendemos hacer en este paso, me remitiré a un apartado sobre esta cuestión en el libro de Wayne McDill, 12 Essential Skills for Great Preaching, («12 destrezas esenciales para predicar estupendamente», segunda edición, B&H Publishing Group). McDill desarrolla, entre las pp. 88-97, un procedimiento casi idéntico al que estamos describiendo aquí entre la idea exegética y la idea homilética. McDill las llama «la idea del texto» y «la idea del sermón».
Las describe de esta manera.
- La idea del texto: La idea esencial del texto [bíblico] desarrollado como sujeto/complemento y expresado en una oración completa, en tiempo pasado. Contiene referencias a ciertos elementos históricos asociados con el texto – autor o locutor, personas o lectores secundarios, el tono o propósito del pasaje, circunstancias del escrito, y características literarias especiales.
- La idea del sermón: El mismo sujeto/complemento que la esencia de la idea del texto, expresado en una oración universal en tiempo presente, sin los elementos históricos de la idea del texto.
Acto seguido, habiendo explicado estos términos, McDill dedica una sección a defender la importancia de desarrollar ambas ideas. La sección lleva el título, «¿Por qué dos ideas separadas?»
En respuesta, McDill ofrece cuatro razones que reproduciré a continuación, sin las explicaciones que él ofrece en su libro. Creo que la lógica que hay tras las razones será lo suficientemente evidente como para respaldar el esfuerzo que conlleva sacar tanto una idea exegética clara como una idea homilética clara.
- La revelación de Dios en las Escrituras se produce en contextos históricos particulares.
- Discernir el mensaje teológico atemporal requiere dar atención adecuada a los particulares históricos del texto.
- El mensaje teológico del texto debe ser aislado del texto para una expresión clara.
- El mensaje «particularizado» del texto debe ser «re-particularizado» para la audiencia contemporánea.
McDill concluye su explicación de esta manera:
«Espero que puedas ver lo importante que es no confundir el texto y el sermón. Nosotros somos intérpretes. Procuramos mantenernos cercanos al texto. Pero debemos traducir su significado para nuestra audiencia. La verdad teológica de las Escrituras siempre es relevante. No hace falta hacer que sea relevante. Pero si no distinguimos entre la idea del texto y la idea del sermón, corremos el peligro de perder la verdad teológica en un enredo de historia y tópicos.» (p. 90).