Esencia de la tarea
Terminada toda nuestra labor netamente exegética, es hora de resumir nuestro entendimiento del pasaje en unas oraciones que recojan todas las ideas importantes de nuestro pasaje. Una vez redactadas, las podremos usar para mantener el norte en nuestro desarrollo homilético. Nos ayuda a saber que vamos en la dirección correcta y que tampoco nos hemos olvidado de nada importante.
Descripción detallada
Si hemos adecuadamente escudriñado nuestro pasaje, deberíamos de ser capaces de describir el pensamiento completo del autor en unas cuantas oraciones. Esto todavía no es la llamada “Idea homilética” o “Idea principal” que pretendemos llevar al púlpito en una expresión memorable. Es el precursor de eso. Es una expresión más académica y completa. Sin embargo, es importante como puente a la disciplina homilética, dado que pretende ser una respuesta completa a la pregunta “¿Qué Dice?” sin tener que preocuparse todavía por cuestiones de aplicación y presentación.
No tiene por qué tomarnos demasiado tiempo esta redacción. Si en la tarea 3, resumimos los principales bloques de pensamiento de nuestro pasaje, ya tendremos un buen adelanto. Sólo tocaría, si es que no lo hemos hecho ya, pulir aquellos resúmenes en función de la interacción con los comentarios a la hora de incorporar sus conceptos en la idea exegética que redactemos.
Para hacer
Podría ser de utilidad pensar en tres aspectos de esta tarea: (1) redactar, (2) comprobar, y (3) usar.
1. Redacta la idea exegética con un sujeto y complemento. Esto es lo más importante. Y para profundizar en este asunto, nos apoyaremos en el trabajo de quién posiblemente haya hecho más por resaltar la importancia de tener una idea principal clara que cualquier otro: Haddon Robinson. Él sugiere que es bueno pensar en términos de un sujeto y un complemento. El sujeto se dirige a la pregunta ¿de qué habla el pasaje? El complemento contesta esa pregunta.
Dicho de otra manera, el sujeto es el tema completo del pasaje. ¿Sobre qué versa el pasaje? El complemento es lo que dice acerca de ese tema. ¿Qué dice tu pasaje sobre ese asunto? Redacta unas oraciones que recojan ambas partes para tu pasaje.
(Para una descripción más extensa de este asunto, junto con unos ejemplos útiles, puedes ver el libro de Haddon Robinson, La predicación bíblica, especialmente las pp. 64-68).
2. Comprueba el acierto de tu idea exegética frente al pasaje. Analiza la idea exegética que acabas de elaborar (sujeto y complemento) a la luz del pasaje.
Hablando específicamente sobre el sujeto (o tema) Robinson escribe que una vez que lo hayas elaborado deberías volver sobre el pasaje y relacionarlo con los detalles. «¿Se ajusta el tema a las partes? ¿Es demasiado amplio? ¿Demasiado limitado?¿Es el tema una descripción exacta de lo que habla el pasaje?» (p. 64) Contrasta la expresión del sujeto (tema) que has redactado y examínalo a la luz del pasaje y de los resúmenes que tienes hechos del pasaje. ¿Tu sujeto cubre todas las bases? Si no es así, debes ajustarlo hasta que sea el caso. Y dado que puede ser de ayuda en este análisis, Robinson sugiere aplicarle las preguntas ¿Quién?, ¿Qué?, ¿Dónde?, ¿Cuándo?, ¿Por qué?, ¿Cómo? al sujeto que has propuesto. Matiza la expresión del tema hasta que cubra los detalles del pasaje de manera adecuada. Robinson afirma que cuando, al final, el sujeto dé en el clavo, «todos los detalles del párrafo, en forma directa o indirecta, se relacionan con ese asunto. Cuando un tema propuesto describe acertadamente lo que habla el autor, todo se ilumina» (pp. 65-66).
Luego hay que examinar el complemento, que es la otra mitad de una idea exegética completa. Robinson escribe, «Una vez aislado el tema (sujeto), debe determinar el o los complementos que lo completan y le dan sentido. Al hacerlo, debe tener conciencia de la estructura del pasaje y distinguir entre las afirmaciones principales y las secundarias» (p. 66). Evidentemente, la persona que ya haya analizado las relaciones sintácticas del pasaje y diagramando su estructura (tareas 1 y 2), tendrá esto muy presente y podrá distinguir entre lo primario y secundario con bastante facilidad.
3. Usa la idea exegética para enfocar tu trabajo posterior. Una vez que estés satisfecho con la redacción de tu idea exegética, ponla en un sitio visible para lo que queda de tu preparación del sermón. Úsala para guiar el desarrollo que todavía le darás a tu sermón. Tenlo de referencia para perfilar la estructura de tu bosquejo. Emplealo como «control» para la idea homilética (idea principal) que desarrollarás en adelante.
A tener en cuenta
Debería ser obvio que aunque una idea exegética elaborada debería poder servirte de brújula, no tiene porque ser inalterable. Si al proseguir con tu estudio te das cuenta de que obviaste algo, evidentemente, lo puedes modificar. Sin embargo, la mayoría de las veces puedes asumir que, si lo has redactado con cuidado, no necesitará más que unos ligeros retoques.
Un ejemplo. De tanto en tanto me ha tocado diseñar un logotipo para algún proyecto. Estudio el asunto. Diseño un borrador. Lo retoco. Lo muestro a otras personas implicadas en el proyecto. Lo modifico. Luego, lo modifico más. Al final, llega un momento en el que pienso. ¡Creo que ya está!
Pero justo en ese momento hago algo que siempre me ha sido de gran ayuda: pongo una copia de mi nuevo logotipo en un sitio visible, al lado de mi escritorio, donde lo veré a todas horas del día por varias semanas. Si resulta que no me canso de mi nuevo logotipo después de verlo tanto y tan seguido, pienso que quizás, efectivamente, he dado en el clavo. El logotipo «funciona». Si me «canso» del logotipo, puede ser que algo no está bien, todavía. En ese caso lo retoco y lo vuelvo a colocar en ese sitio visible.
Algo parecido se puede hacer con una idea exegética y luego con una idea homilética. Normalmente no dispondrás de un mes, ni tampoco lo necesitarás. Sin embargo, puedes poner esa idea exegética a la vista. En la medida en que hayas acertado en su formulación, verás que te ayuda a perfilar toda interpretación, aplicación y exposición posterior del pasaje. Si en el proceso descubres que algo «no cuadra del todo,» no pasa nada. Lo retocas y sigues trabajando.
En algunos casos, hasta he puesto en la cabecera de la primera página del sermón tanto la idea exegética como la idea homilética. Esto me ayuda a saber exactamente dónde me dirijo en la predicación, tanto a la hora de escribir el texto final, como a la hora de repasar mis notas, como en el momento de subirme al púlpito.