Panorámica 4. El triatlón de la predicación (texto)
Como cualquier predicador sabe, en ciertos momentos viene bien una ilustración.
Pensemos unos momentos en un triatlón. Un montón de atletas – ¡un tanto masoquistas! – realizan una prueba en la que hay que nadar, montar en bicicleta y correr. Son tres disciplinas diferentes, pero una sola carrera. El vencedor es aquel que, en ese día, es capaz de realizar mejor las tres etapas y las transiciones entre ellas.
Se trata de la combinación, porque es una sola carrera, no tres. De ahí que no haga falta ser el mejor ciclista del mundo para ganar un triatlón. Ni hace falta ser el mejor ciclista ese día para ganar, siempre que sus tiempos en las otras dos etapas y las transiciones sean suficientes para reforzar su tiempo en la etapa de ciclismo. Es el conjunto de tiempos lo que le hace a uno vencedor.
Ahora bien. Lo que está claro es que para participar en un triatlón uno tiene que, como mínimo, saber realizar cada uno de los tres deportes de manera adecuada. Cuando era algo más joven, me entraron muchas ganas de prepararme para un triatlón de montaña. Llevaba varios años corriendo y saliendo en bici, así que pensé, «¿por qué no intentar esta prueba multi-disciplinaria?» Sólo me faltaba agregar natación a mi entrenamiento. «¡Ningún problema!», pensé. Ya sé nadar. Así que empece a ir a una piscina cercana. El problema es que no conseguí aprender a nadar distancias largas. Mi forma de nadar valía par nadar distancias muy cortas, pero era agotadora para cualquier distancia más larga. Leí un poco sobre como mejorar mi destreza en esto, pero nunca llegué a dominarla. En poco tiempo me cansé del esfuerzo y de ir a la piscina. Me puse a ver qué carreras de duatlón había… No tantas. ¿Resultado? Ahora solo corro. Hago carreras a pie. 10 km., 21 km.
Correr está muy bien. Pero una carrera a pie, aunque sea un maratón o un ultra-maratón no es un triatlón. Es otra cosa.
Hablar de la predicación como una actividad de tres disciplinas nos recuerda a un triatlón. No es suficiente incorporar solo una o dos de las disciplinas. Hacen falta las tres. Además, hay que saber combinar las tres de una manera complementaria y realizar las transiciones entre ellas de una manera prolija. Si podemos decirlo así, una predicación «ganadora» es aquella que realiza bien el conjunto.
La predicación. Tres disciplinas. Una sola carrera.
Primero está la «Etapa de la exégesis». A esta la sigue la «Etapa de la hermenéutica». Termina con la «Etapa de la homilética». Para acabar la carrera, hace falta completar cada etapa. El no realizar una etapa tiene un nombre: ¡hacer trampas! Y si en un triatlón a uno le pillan saltándose una etapa, queda descalificado.
Deberíamos pensar en la predicación de la misma manera. Subir al púlpito sin haber realizado adecuadamente alguna de las tres disciplinas es hacer trampas.
Pero ampliemos nuestra metáfora un poco más, pensando en el proceso semanal que organiza nuestra reflexión.
En un triatlón no solo existen etapas, sino que las etapas suelen tener tramos con características particulares que pueden variar más o menos según el terreno de una carrera concreta. Por ejemplo, puede haber, tanto para las etapas de ciclismo como para las de carrera a pie, tramos llanos o de fuertes desniveles. De ahí que en una carrera particular un tramo pueda resultar más duro que otro, y según la preparación del atleta, puede ir ganando o perdiendo tiempo, frente a sus rivales. Por consiguiente, ser un atleta superior, no es sólo cuestión de saber correr sin más, por ejemplo, sino también de estar en condiciones de poder superar una cuesta sin echar a perder toda la carrera.
De manera similar, en nuestra distribución del trabajo práctico a realizar también identificamos tramos.
- En la Etapa de la exégesis podemos identificar tres tramos. El tramo del contexto lo hacemos el lunes. El martes completamos el tramo del contenido. Miércoles toca el tramo de la estructura, y con esto hemos terminado el trabajo exegético sobre el pasaje.
- El jueves realizamos lo que corresponde a la Etapa de la hermenéutica, que en nuestra distribución, es una etapa de un sólo tramo, el tramo del significado.
- Con eso completado, pasamos a la Etapa de la homilética. Viernes toca el tramo del bosquejo. Sábado el del manuscrito. Domingo, terminamos, con el tramo final, llegando a la meta con la predicación del sermón.
Y al igual que ocurre con un triatlón, en la predicación también hay que saber hacer bien las transiciones entre disciplinas. Para que el sermón sea excelente, debe haber una relación lógica y armoniosa entre las diferentes etapas de preparación. De poco sirve, por ejemplo, un buen esfuerzo en la hermenéutica si posteriormente el desarrollo homilético va por otras líneas que no tienen nada que ver con los significados identificados en el texto.
Finalmente, destacar que los mejores atletas no suelen pensar en sus carreras de manera aislada. Piensan en la temporada entera. Escogen una serie de carreras y se organizan para poder preparar cada una de ellas de la mejor manera posible.
Lo mismo se puede decir de la predicación. Planificar el conjunto de una serie y realizar un estudio global inicial, puede mejorar y acelerar todo el trabajo posterior de cada semana…
Tres disciplinas. Una sola carrera.
De ahí que nos pueda venir muy bien pensar en esta labor como «el triatlón de la predicación».