Esencia de la tarea
Redactar una introducción para el sermón que no sólo consiga despertar la atención inicial del oyente, sino que convierta esa atención inicial en un interés sostenido, debido a que se ha podido demostrar al oyente la importancia verdadera del tema para él o ella.
Descripción detallada
No es lo mismo hacer un viaje turístico a un lugar desconocido sin haberse informado antes, que documentarse previamente sobre su historia, costumbres, cosas que ver, gastronomía, etc. El tomarnos el tiempo para documentarnos antes nos permite entender mucho mejor lo que nos encontraremos durante el viaje, además, la expectación con la que vamos hace que lo disfrutemos de otra manera.
Algo parecido es lo que ocurre cuando trabajamos bien la introducción para nuestro mensaje. Preparamos al auditorio y generamos expectación anunciando lo que vamos a descubrir en el “viaje expositivo”. Esto es a la introducción, lo que a la conclusión sería el acopio de información que traemos cuando volvemos a casa. Seguramente regresamos con la cámara de fotos a rebosar, souvenirs, guías de rutas y diversos folletos informativos que hemos ido guardando de los lugares visitados y que, una vez en casa, volveremos a mirar, probablemente con algún amigo, recordando los buenos momentos pasados y lo que aprendimos.
Tanto la introducción como la conclusión del sermón deben estar perfectamente ajustadas a la “ruta expositiva” como lo está la preparación y el acopio de información de un viaje. La primera marcará la pauta de lo que la gente va a escuchar y creará el interés y la segunda recogerá el resumen de lo que se ha visto.
Para hacer
Lo ideal es que ya tengas esbozadas las líneas maestras de tu introducción debido, sobre todo, al trabajo realizado en la tarea 3 del viernes: «Modificar el primer bosquejo en función de un guión homilético.» Si ese es el caso, lo que toca ahora es terminar de redactar o editar esa introducción para que sepas exactamente con qué palabras vas a preparar a tus oyentes para que estén máximamente receptivos a la palabra bíblica. Sí no llegaste a tanto en aquel momento, tocará más trabajo ahora.
Pero sea cual sea el estado particular en el que se encuentra en este momento la introducción, lo importante ahora es redactarla por completo, y redactarla de tal manera que consiga los dos primeros objetivos del guión homilético que defiende Lowry. La introducción debe (1), «desequilibrar» al oyente y (2), ayudarle a «ahondar en la discrepancia».
Además, la introducción debe conseguir estos dos objetivos de tal manera que (valiéndonos de la metáfora descrita arriba) oriente al oyente sobre el «paisaje» bíblico que verá en este viaje. Es decir, no sólo debemos despertar o profundizar su interés en el tema, sino también en la manera en que este pasaje bíblico en concreto abordará el tema.
Como conseguir todo esto de la mejor manera requerirá reflexión y «arte». Además, deberá responder a los propósitos establecidos para el sermón.
En definitiva, nuestra introducción debe conseguir un interés sostenido por lo que este pasaje afirma según los propósitos por los que fue incluido en el canon bíblico. Esto puede resultar ser un reto considerable, en ocasiones.
A tener en cuenta
Es importante no introducir siempre tus sermones de la misma manera. Si predicas con frecuencia para la misma audiencia, por el mero hecho de repetir el mismo patrón, tus introducciones acabarán perdiendo algo de su valor. La gente se acostumbrará a ese patrón y no conseguirás despertar el interés con tanta facilidad.
Una manera de evitar esto es procurando siempre ser creativo y dándole al sermón una introducción lo más original posible, según los énfasis y objetivos del pasaje. Sin embargo, todos tenemos tendencia a caer en ciertas rutinas, así que a largo plazo podría ser interesante ir desarrollando una cantera de patrones básicos para la introducción. Cosa que te podría acelerar el proceso de desarrollar una introducción.
Podrías dar inicio a una «cantera de ideas de introducción» con algunas de las siguientes sugerencias:
- Dedica 15 minutos a generar opciones con una tormenta de ideas.
- Vuelve sobre sermones ya predicados y agrega a la lista cualquier idea que funcionó particularmente bien.
- Analiza las sugerencias de un par de manuales de homilética.
- Al escuchar a otros predicar, recoge cualquier idea que te parezca prometedora.
Por ejemplo, uno puede comenzar con…
- Una pregunta intrigante.
- Una afirmación sorprendente.
- Una anécdota llamativa.
- Una cita o frase célebre.
- Un ejemplo fabricado a medida para el tema.
- Una serie de preguntas o ejemplos que conduzcan al oyente de lo general (aplicable a cualquiera) a lo específico (aplicable a uno mismo).
- Un texto bíblico mal aplicado.
- Un segmento de una película.
- Una entrevista con alguien de la calle.
- Etc.
- Etc.
Pon tu lista creciente en algún lugar donde la puedas ver cada vez que te sientes a preparar. Luego, si te ves atascado al preparar algún sermón en particular, echa un vistazo a tu lista y verás cómo te ayuda a salir del bloqueo mental.